Las máquinas están cansadas, lloran sin ser acariciadas. A la orilla de un río, donde los muertos van y vienen, y los perros beben el agua y se bañan con la noche amarga.
Las máquinas no tienen corazón, sí tienen piedad. Soportan el desprecio que le damos a su angustia tísica.
Y le crecen adentro cuerpos vacíos de melodías, de intemperie, vacíos de razones para ser penumbra, para ser jazmines esclavos. Ser criaturas, ahogadas con el vaho del amor que nos tiene la muerte.//////
A.A
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