sábado, 6 de agosto de 2011
Un turbio lago
Un turbio lago
El rocío de la madrugada cae sobre la madera podrida.
Lo oscuro de la noche hace que sienta el cuerpo mas frio y aletargado .
Las delgadas ramas de los arbustos rozan las piedras que las rodean y
la húmeda niebla no deja ver ni a dos pasos de donde me encuentro.
El sueño me marea y una voz me conduce ciegamente hacia ella, me espera
inquieta.
El sol naciente relumbra en un turbio lago, mi ojos se cierran al verlo pero me atrae
el silencio de la profundidad.
Los pájaros me alientan, las hojas caen como festejando mi llegada a tan bello paisaje.
Pase toda las horas anteriores en un ensueño inentendible, ahora el alma quiere
despegarse libremente sin que nadie pueda frenarla. Es como si extrañara algo, un ser
un sentimiento, una razón.
Recuerdo tu rostro pálido, las manos frías y el color de tu vestido.
Recuerdo tu blanco rostro, tus ojos negros y la dulzura de tu voz.
No quiero caminar más para volverme triste.
No quiero pretender más que me mires tiernamente.
Las rosas se secan en mi jardín y la hierva crece demasiado fuerte.
La luna no se ve cada noche y el sol nunca tiene piedad de nada.
Los olores de la ciénaga me aturden, revuelven mi estomago de repente.
La fatiga ataca mi espalda y no deja que prosiga en pie nunca mas.
Para amar hay que sufrir, para tener placer hay que luchar, para merecer
el cielo no hay que pecar.
No quiero el amor del dolor, el placer de la hipocresía, ni el cielo de Dios.
Texto e imagen A Aguirre
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